Arruiné a mi banco con tanto ingenio que merecía una recompensa

La máquina de hacer dinero, Carlos Torres y Ona Peña, Ediciones B, 2011.

Hoy se cumplen diez años de la quiebra del que fuera cuarto mayor banco de inversión de Estados Unidos, Lehman Brothers.

Este hecho suele considerarse como el principal desencadenante de la peor crisis financiera del mundo occidental desde 1929. Sin embargo, ya entre febrero y marzo de 2007, unos 18 meses antes de la quiebra de Lehman, había habido un primer aviso de que el sistema financiero de Estados Unidos estaba en ciernes de derrumbarse. En aquellos dos meses, nada menos que 25 sociedades hipotecarias se volvieron insolventes como consecuencia de la acumulación de retrasos o impagos de los préstamos hipotecarios que habían concedido a personas de baja calificación crediticia.

La quiebra de Lehman fue en realidad un punto de inflexión. Las tres grandes sociedades hipotecarias de Estados Unidos, New Century, Ameriquest y Countrywide, quebraron en serie entre abril de 2007 y enero de 2008, pero las dos últimas (las dos mayores) fueron adquiridas, y por tanto, rescatadas, por Citigroup y Bank of America. Cuando quebró Bear Stearns, el quinto mayor banco de inversión, este fue adquirido por JP Morgan.

Pero nadie quiso salir al rescate de Lehman Brothers. Ni la Reserva Federal ni ninguna entidad privada. Fue la revelación de que el legendario banco era completamente inviable e hizo correr la sospecha de que podía haber muchas otras entidades en igual situación. Como así fue.

En inglés, los préstamos hipotecarios a clientes solventes se denominan prime mortgage loans mientras que los que se dan a clientes poco solventes se conocen como subprime mortgage loans. Dado que la causa más inmediata de la crisis financiera fue el abuso en la concesión de este último tipo de hipotecas, la crisis financiera de 2008 se conoce como la crisis subprime.

En realidad, si únicamente se hubiera abusado de las hipotecas subprime, “solo“ habrían quebrado algunos bancos y entidades financieras. Pero esta práctica se vio agravada por la transformación sistemática de las hipotecas subprime en títulos negociables que eran vendidos a fondos de inversión, fondos de pensiones y otras entidades financieras.

El procedimiento era ingenioso. Para explicarlo de un modo sencillo: si se consideraba que en un conjunto de hipotecas concedidas a personas poco solventes la probabilidad de impago era tan alta como del 20%, entonces el 80% de los títulos que se crearan a partir de dichas hipotecas podrían ser  completamente seguros porque no quedarían afectados por esa probabilidad de impago del 20%.

La máquina de hacer dinero, Carlos Torres y Ona Peña, Ediciones B, 2011.

Eso estaba tan claro que las principales agencias de calificación de créditos otorgaron a esos títulos la máxima calidad crediticia, la misma que a la deuda pública del gobierno de los Estados Unidos. Así, a pesar de que el activo subyacente (un conjunto de hipotecas a personas poco solventes) era de mala calidad, muchos de los títulos basados en dicho activo eran de la máxima calidad.

Por otro lado, como el precio de la vivienda no paraba de subir, incluso las personas que tenían problemas para pagar sus hipotecas podían refinanciar sus préstamos gracias al aumento de valor del inmueble: era el efecto riqueza.

Era perfectamente lógico conceder un préstamo a alguien insolvente para comprar una casa porque cuando la casa aumentara de valor, esa persona dejaría de ser insolvente. En este contexto, las probabilidades de impago de un conjunto de préstamos podían ser altas al principio pero se consideraba que bajarían con el tiempo.

Todo lo que ocurrió en la crisis financiera de 2007 a 2009 contado por un inversor que sobrevive al peor desastre económico desde la década de 1930.

Pero la circunstancia que más contribuyó a la crisis fue la excesiva difusión de estos títulos a través de todo el sistema financiero internacional. Al ser considerados productos seguros y con un rendimiento elevado en un contexto de tipos de interés a la baja, eran muy demandados.

El problema es que cuando una entidad financiera tiene 100 € para invertir no se limita a invertir 100 € sino que pide prestado a otras entidades para invertir, por ejemplo, 2.000 €: es el apalancamiento financiero. El “sello de calidad“ otorgado por las agencias de calificación creó una sensación de falsa seguridad que llevó a las entidades financieras a perder la noción del riesgo.

Todo el esquema se fundamentaba en realidad en una sola cosa: la subida continua del precio de la vivienda. Bueno, en dos. En esto y en la expectativa de que el precio de la vivienda continuaría subiendo hasta el día en que todo el mundo fuera rico. Cuando el precio empezó a bajar, el único pilar que lo aguantaba todo se resquebrajó y provocó la reacción en cadena que dio lugar a los pavorosos acontecimientos que se vivieron a lo largo de 2008 y principios de 2009.

Fue una época en la que primó el ingenio por encima de cosas más vulgares como salvaguardar los intereses de los clientes y de los accionistas. Y convencer a la gente de que si te endeudas te puedes hacer rico, tiene su mérito. Nada de trabajar duro, nada de crear una empresa, nada de tener ideas. Había que hacer lo que hacen los bancos: apalancarse, o sea comprar activos con deuda, si es posible con un volumen de deuda superior al valor del activo.

Los directivos de los bancos que tuvieron que ser rescatados con dinero público se embolsaron salarios, indemnizaciones y planes de pensiones millonarios. A fin de cuentas, quisieron enriquecer a la sociedad. No funcionó pero fue ingenioso.

 

 

 

Ian Argus Stuart, el inversor náufrago o cómo redescubrir la vida

Ian Argus Stuart en la Navidad de 2014
Ian Argus Stuart en la Navidad de 2014

Ian Argus Stuart podía haber elegido una vida cómoda pero decidió redescubrir la vida poniéndose a sí mismo en situaciones extremas. Ha cruzado el desierto africano del Kalahari, la costa de los Esqueletos entre Namibia y Angola o el Congo belga. En los últimos años su pasión han sido las islas desiertas.

La nueva afición de Ian le fue despertada por Docastaway, una empresa de viajes fundada por el español Alvaro Cerezo especializada en organizar vacaciones en islas deshabitadas en las zonas de Indonesia, Filipinas y América Central. Proporciona un modo aventura “para aquellas personas que están listas para afrontar las experiencias más intensas y auténticas“ y un modo confort “apropiado para personas que llevan vidas exigentes y que desean tener una experiencia similar a la de un náufrago pero que desean ciertos niveles de lujo para disfrutar de sus vacaciones en su isla privada“.

Pero Ian ha ido más allá y se ha establecido en las islas más peligrosas en modo supervivencia.

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La explosión del volcán submarino Hunga Tonga dio nacimiento a una nueva isla, que Ian ha bautizado como Nuria. Fotos de Ian Stuart y Docastaway.

Nacido en el sur de Inglaterra, empezó muy temprano una carrera de emprendedor y consiguió una fortuna comprando barcos de lujo en mal estado que luego reformaba y revendía. Vivió muchos años en Andorra junto con su mujer Nuria, donde ambos compraron y reformaron una impresionante borda en Anyós, en la parroquia de La Massana. Se nacionalizó andorrano en el año 2000. Hoy es prácticamente un nómada en el sudeste asiático. 

Empecé a interesarme por Ian porque me recordaba en cierto sentido al personaje que creé en mi libro Un náufrago en la Bolsa, publicado por Ediciones Urano en 2005. En el libro, un náufrago que ha pasado 16 años en una isla deshabitada del Pacífico Sur regresa a la civilización y saca partido de sus habilidades de supervivencia recién aprendidas para invertir con éxito en la bolsa. La historia de Ian es de hecho la opuesta. Ha sido un empresario e inversor de éxito antes de convertirse voluntariamente en náufrago.

Cuando Ian va a una isla no se lleva comida. Sobrevive pescando con una caña que construye él mismo y comiendo lo que encuentra, como huevos de gaviota o cangrejos. Usa un sistema de captura de agua a partir de una funda de plástico y un cubo de basura.

Pero no está completamente aislado del mundo. Según Alvaro Cerezo, “a veces, cuando ha acabado su trabajo de supervivencia y le queda algo de tiempo libre, se dirige a la parte más alta de la isla y usa su teléfono para conectarse a la Bolsa de Londres y comprar o vender acciones“.

Ian ha pasado 87 noches en islas deshabitadas hasta el momento. Una de ellas, la Isla del Diablo, perdida en medio del Pacífico, está repleta de hoyos ocultos de lava y resulta tan peligrosa que un equipo del canal Discovery no se atrevió siquiera a aterrizar en ella. En una ocasión, cuando intentaba alcanzar el cráter del volcán cayó vertiginosamente por la ladera y logró salvar su vida gracias a un providencial saliente que detuvo su caída.

Ian oct2014-2
La mayor parte del equipamiento de Ian cabe en la bolsa que está llevando.

Ha sido la primera persona en el mundo en dormir en la isla más joven de la Tierra, que emergió en el Pacífico Sur en marzo de 2015 después de que el volcán subacuático Hunga Tonga se volviera activo tres meses antes (ver fotografías arriba). Se ha arriesgado en ser también la última ya que la isla de 500 metros de longitud es muy inestable: está hecha de magma y podría volver a hundirse en el océano. Ahí aún se puede sentir que la superficie está caliente, como si acabara de salir del “horno“. Por otro lado, el volcán bajo la superficie podría no haber acabado de “construir“ la isla. Sin embargo, ninguna de esas posibilidades le quita el sueño a Ian. “Antes de dormir tienes que olvidarte de todos los peligros“, dice.

Ian dice que estas experiencias están abiertas a todo el mundo. Se puede ir solo, en pareja, en familia o con amigos. Pero en cualquier caso se trata de sobrevivir, por ejemplo a nuestros confortables hábitos, algunos de los cuales son los mayores peligros que nos ponemos a nosotros mismos…

Ian nov 2014-2bSin embargo, esto es algo que podemos practicar en nuestra vida diaria. Salir de nuestras zonas de confort o revisar la manera cómo pensamos pueden también ser aventuras interiores. Caos, mi náufrago imaginario, sobrevivió en el tumulto de la bolsa al desafiar el pensamiento lógico. En su nueva peripecia bursátil, que he contado en Caos en la Bolsa, relato de un superviviente, los mayores peligros son los más insospechados, como los “dardos tranquilizadores“ que lanzan las autoridades a los inversores cuando tratan de ocultar la situación real de la economía. De algún modo, el éxito suele exigir sobrevivir a algo.

Ian ha tenido la amabilidad de contestar unas cuantas preguntas para Invesgrama.

Ser aventurero e inversor parece todo un desafío. 

Me he retirado de muchas empresas que he tenido. Decidí venderlo todo y hacer lo que siempre he disfrutado haciendo, simplemente vivir la vida. He sido propietario de algunas de las casas y barcos más grandes de mi tiempo pero no hay nada comparable como llegar a un sitio, ya sea una isla desierta o una selva, y tener que sobrevivir de la tierra.

Empecé mi vida a los 15 años durmiendo en una estación de tren. Desde aquí solo había un camino que escoger. Siempre he creído en asumir riesgos. No me interesa ganar tanto dinero como pueda. He ganado y perdido millones a lo largo de mi vida pero nunca he tenido que liquidar ninguna de mis empresas porque al final todo ha salido bien.

¿Tiene también un espíritu aventurero cuando hace negocios o invierte?

Nunca he comprado acciones de las empresas típicas. Recuerdo haber adquirido tres millones de acciones del Bank of Ireland a 10 céntimos que más tarde vendí a 32 céntimos cuando todo el mundo decía que perdería mi dinero. Sí, algunas de las compañías cuyas acciones he comprado en bolsa han ido a la quiebra, pero esto forma parte de la diversión y el riesgo.

Bank Of Ireland 2011-2015 Ian ESPLa semana pasada compré un paquete de acciones del Banco Nacional de Grecia (NBG) y estoy seguro de que acabarán haciendo lo mismo que las del Bank of Ireland.

[ACTUALIZACION: La entrevista fue realizada el 4 de octubre, por lo que Ian compró las acciones de NBG (en dólares) a alrededor de 0,50 $. El 22 de octubre ya estaban a 0,94 $.]

Ha sido la primera persona en vivir en la isla más reciente del mundo, nacida de la erupción de un volcán…

Estar en la isla Nuria, tal como la llamo porque en la mayoría de religiones significa “fuego de los dioses“, y no hay duda de que la isla se formó a partir del fuego, fue una gran experiencia. Pude ver cómo debió de ser el planeta en el amanecer de los tiempos.

Fishing rod
Ian con su caña de pescar artesanal.


¿Cómo cambia su visión del mundo cuando está en una isla desierta?

Mucha gente cree que estoy loco al vivir la vida que vivo pero creo que el loco es aquel que no intenta nada en su vida y que envejece diciendo que hubiera deseado hacer esto o aquello.

Vivimos en un mundo extraño, donde un deportista puede ganar 200 veces más que un médico. La indiferencia generalizada en ayudarnos los unos a los otros divide el mundo. Solo hay que ver lo que ocurre.

Cave Nuria Island
Hogar, peligroso hogar en la isla Nuria. Podía desaparecer bajo el agua o saltar por los aires si el volcán volvía a entrar en erupción.

¿Qué piensa de la situación financiera actual?

Hice una entrevista para la televisión hace pocos meses, que tal vez se dé a conocer pronto, en la que digo que el mundo se dirige a una tormenta financiera perfecta. Bueno, ya está pasando pero muchos todavía no lo ven.

Le haré una pregunta típica pero estoy seguro de que no recibiré una respuesta convencional: ¿qué se lleva a una isla desierta?

Cuando voy a una isla, y en el último año he ido a cinco islas deshabitadas, en las que he pasado 87 noches solo, solo me llevo un machete, un cuchillo, una funda de plástico para protegerme y para coger agua de lluvia, algo de hilo de pescar y anzuelos, así como una conexión iSavi para Internet, pero hasta la fecha nunca he hecho ni recibido una llamada ya que la tengo desconectada a menos que quiera comprobar la situación de los mercados o enviar fotos a Docastaway. Cuando desembarco, lo pongo todo en un cubo de basura para mantenerlo seco. Luego el cubo se convierte en mi depósito de agua. Nunca me llevo comida ya que no es difícil encontrar cosas para comer.

Ian nov2014
Pensando en una nueva aventura.

¿Es buena señal que los máximos directivos de Repsol compren acciones de su propia empresa?

A principios de este mes trascendió la noticia de que el presidente de Repsol, Antoni Brufau, había comprado 81.900 acciones de la compañía a 12,44 euros, mientras que el consejero delegado, Josu Jon Imaz, se había hecho con 40.000 acciones y el director general económico financiero, Miguel Martínez, con 32.530 títulos, a precios similares. Así, los máximos directivos de la petrolera habían invertido un total de 1,9 millones de euros en acciones de su propia empresa. Unas adquisiciones que daban la impresión de ser acertadas, ya que las acciones de Repsol acumulaban una caída de más del 30% desde mayo.

Sin embargo, aunque este tipo de operaciones demuestran efectivamente una confianza de los directivos en sus compañías, ello no implica que nosotros como inversores debamos confiar en las acciones.

Pondré algunos ejemplos que cito en mi libro Caos en la Bolsa: Relato de un inversor superviviente y que señalo precisamente como uno de los peligros a los que se enfrenta un inversor, especialmente en un ciclo bajista.

En abril 2008, las acciones de Telefónica valían 19 euros. Su presidente, César Alierta, compró opciones que le daban derecho a adquirir dos millones de títulos de la entidad a 30 euros en el primer trimestre de 2011. Es decir, esperaba una revalorización del 60% en menos de tres años. Pero en 2011 solo valían 13 euros y en 2012, 9 euros.

También en abril de 2008, Emilio Botín, entonces presidente del Banco Santander, invirtió 40 millones de euros a título personal en acciones del Royal Bank of Scotland, socio del Santander. Un año y medio después, había perdido 39 de esos 40 millones, una minusvalía del 97%.

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Acciones de General Electric, octubre 2007 – Mayo 2009

A finales de septiembre de 2008, el que está considerado como mejor inversor de la historia, Warren Buffett, invirtió 3.000 millones de dólares en acciones preferentes de General Electric, “el símbolo corporativo de Estados Unidos“ según él mismo, y adquirió el derecho a comprar acciones ordinarias a 22,5 dólares en los siguientes cinco años. Dos meses más tarde, General Electric sufrió una sangría de recursos propios y se vio obligada a pedir dinero a fondos soberanos de China y Singapur. El 5 de marzo de 2009 sus acciones cerraron a 6,66 dólares.

Para Buffett fue una inversión más, una que salió mal, pero para un inversor que hubiera seguido su ejemplo y hubiese destinado una parte significativa de su capital al símbolo corporativo de Estados Unidos, la cosa hubiera ido bastante peor. En el momento de la operación de Buffett, las acciones valían unos 25 dólares, por lo que un inversor confiado en un Buffett que confiaba en General Electric, que confiaba en sí misma, habría llegado a perder un 73% en seis meses.

 

¿Y si fuera el aviso de un ciclo bajista?

Sé que no voy a despertar simpatías con este artículo, pues a nadie le gusta oír que la bolsa pueda haber entrado en un ciclo bajista. La verdad es que hoy también me resulto antipático a mi mismo.

En una entrada del 9 de junio escribí lo siguiente: “Lo preocupante sería que el IBEX siguiera en fase correctiva más allá de mediados de agosto y que se alcanzaran niveles cercanos a los 10.000 puntos porque en tal caso la bolsa podría entrar en una nueva dinámica bajista.

Bueno, eso preocupante ha ocurrido hoy, tras cerrar el IBEX a 9.757 puntos. En mi libro Un náufrago en la Bolsa (2005) propuse la teoría de que la bolsa avisa de un ciclo bajista cuando cae al menos un 15% desde máximos en un plazo superior a cuatro meses y marca un mínimo en ese período. Desde su publicación, los tres ciclos bajistas que ha habido fueron precedidos por al menos un aviso de este tipo. La segunda parte de dicha obra, que he titulado Caos en la Bolsa (disponible solo en ebook) trata del ciclo bajista de 2008-2009.

La tabla siguiente recoge los ocho ciclos descendentes de la bolsa española desde 1990. Puede verse que después del aviso cada ciclo ha durado alrededor de 9 meses. Por eso suelo decir que este tiempo es lo que tarda la bolsa en gestar un nuevo ciclo alcista. Quizás hoy la bolsa se ha quedado “embarazada“.
Ciclos bajistas

Así que es probable que a partir de hoy tengamos unos meses largos de espera antes de asistir al nacimiento del nuevo ciclo alcista. En tal caso, esto no significa que el mercado vaya a bajar continuamente sino que lo va a hacer el 70% del tiempo y que va a subir el 30% del tiempo restante, justo al revés de lo que ocurre en un ciclo ascendente.

Unos días o semanas después del aviso suele haber una fuerte recuperación. De hecho, a lo largo de seis meses hay varias oportunidades para vender si uno quiere salir de esa dinámica. Luego acostumbra a venir lo peor.

Sin embargo, creo que este ciclo no será uno de los “grandes“. En los últimos años, los grandes han sido el de 1990-1992, el de 2000-2003, que en ambos casos fueron dos ciclos superpuestos, el de 2008-2009 y el de 2011-2012. Espero que sea de tipo intermedio, como el de 1994-1995 o el de 2010.

Y claro, también existe la posibilidad de que esta vez sea diferente y todo acabe en un susto. Ojalá, porque voy a mantener mi cartera de acciones a lo largo de los próximos meses.

Los seguidores de este blog se estarán preguntando: bueno, ¿y qué tal lo han hecho las carteras de Invertir Low Cost en las fases bajistas anteriores? El cuadro siguiente recoge el comportamiento de algunas de las carteras en las tres últimas fases descendentes (he tomado los cuatro trimestres completos que ocuparon la mayor parte del período bajista). La rentabilidad de las carteras y de los índices incluye dividendos.

Estrategias en ciclos bajistas

Si este ciclo fuera como uno de los grandes, no se librarán de las pérdidas. Si es, como espero, uno intermedio, confío en que puedan dar beneficios moderados.

 

 

Un nuevo desafío: el prólogo de «Caos en la Bolsa»

PORTADA Edición 2015-1Un nuevo desafío

En Un náufrago en la bolsa relaté que un día de junio de 1998, cuando aún era posible a los profanos curiosear en los templos del dinero, se me ocurrió entrar en la Bolsa de Barcelona. Ahí cacé al vuelo las palabras de alguien que se refería a un barco que estaba a punto de hundirse. Dado que mi vida se torció cuando una tormenta hizo tablones el velero en el que pretendía dar la vuelta al mundo, me dirigí hacia quien había mencionado el único tema sobre el cual me hallaba en condiciones de conversar. Baltasar Cano —así se llamaba el hombre que hablaba mi idioma y cuyo color de pelo hacía redundante su apellido— me explicó que la bolsa, ese mercado donde se compran y venden derechos a participar en los beneficios de las empresas, avisa antes de que el valor de esos derechos se desplome.

Aunque no podía hacerme la más remota idea de cómo se podía recomendar a los compradores de un mercado abandonar el lugar por su propia seguridad y a pesar de que mis primeras impresiones en la bolsa me dieron a entender que ese mundo era demasiado extraño para mí, el punto de vista de Baltasar me resultó cercano. Durante mi confinamiento en una isla perdida del Pacífico Sur vi claro que la verdadera causa de mi naufragio no había sido una de las muchas tormentas a las que cualquier navegante debe estar acostumbrado, sino el hecho de no haber prestado atención al mar cuando este avisa de sus cambios de humor. Y no fue hasta que aprendí a escuchar a la naturaleza cuando pude al fin abandonar mi isla a bordo de una rudimentaria balsa.

Baltasar me transmitió los principios de inversión que había aplicado a lo largo de tres décadas para orientarse en el océano bursátil. Durante el aprendizaje me enteré de que el período de mi vida en el que permanecí completamente aislado del mundo coincidió casi exactamente con el gran ciclo alcista que experimentaron las bolsas occidentales entre octubre de 1982 y julio de 1998. Si el destino es un cúmulo de casualidades, el mío me había privado de hacer fortuna en el mercado de valores.

A finales de 1999, Baltasar me envió una carta para comunicarme que iba a emprender un largo viaje y que me confiaba la gestión de su patrimonio. No acerté a comprender por qué un náufrago que no había logrado aún familiarizarse con el mundo civilizado, y menos aún con los mercados financieros, merecía la confianza ciega de un inversor experto. Pero no tuve opción de negarme a su inesperada demanda, pues perdí todo contacto con él y me sentí en el deber de aceptar el reto que me asignaba.

Poco después de recibir el insólito encargo, la situación en las bolsas empeoró de forma súbita. Confié en que Baltasar, alarmado por el curso de los acontecimientos y sobre todo por la insensata misión que me había encomendado, se arrepentiría de su decisión o al menos me enviaría algunas instrucciones.

Como suele ocurrir, ocurrió lo más improbable. Baltasar persistió en su silencio a pesar de que a lo largo de los siguientes tres años me tocó vivir la peor etapa de las bolsas internacionales en más de treinta años. Sin embargo, logré mantenerme a flote y salvar el patrimonio de mi mentor.

Baltasar reapareció a principios de 2003, poco después de que el ciclo bajista llegara a su fin. Cuando le pregunté por qué había corrido el innecesario riesgo de confiar su capital a un inexperto, me contestó que había anticipado tiempos convulsos y creyó que su patrimonio estaría a buen recaudo en manos de quien había sobrevivido en un peligroso viaje gracias a su capacidad para percibir las señales de cambio.

Por primera vez, tuve la sensación de no haber malogrado mi vida. Si antes había atribuido al colmo de la mala suerte o a un desgraciado destino el haber estado apartado del mundo y de la época más próspera de la bolsa, ahora me veía en posesión de una habilidad que un veterano inversor consideraba más valiosa que su dilatada experiencia.

Tuve la oportunidad de gestionar mi propia cartera de valores desde el inicio de un ciclo alcista que me dio muchas alegrías. Baltasar decía que la bolsa acostumbraba a tener siete años buenos y tres malos, así que me las prometía felices hasta finales de 2009…

Esta edición contiene un anexo, que no estaba en la primera, con los principales avisos del ciclo bursátil 2007-2009. Los lectores de la primera edición pueden solicitar dicho anexo enviando un correo desde la página de Contacto. Caos en la Bolsa está disponible en formato ebook en Kindle Amazon y en versión impresa a través de Create Space.

«Caos en la Bolsa», una guía de supervivencia para navegantes bursátiles

PORTADA Edición 2015-1Está disponible la segunda “autoedición“ de Caos en la Bolsa, que aplica los principios de inversión explicados en Un náufrago en la bolsa a un nuevo ciclo bajista, el de 2007-2009. La principal novedad respecto a la primera edición es la inclusión de un anexo con los avisos de desplome y de fase bajista más relevantes del ciclo 2007-2009. Los lectores de la primera edición pueden solicitar este anexo enviando un correo desde la página de Contacto.

Está disponible en Amazon en formato ebook y ahora también en tapa blanda gracias a Create Space.

Caos en la Bolsa está dedicado a los lectores de Un náufrago en la bolsa, que me han pedido en numerosas ocasiones una nueva historia que validara las pautas explicadas en el Náufrago. La crisis bursátil de 2007-2009 ha brindado una buena ocasión para ello. Espero que acompañen a Caos y a Baltasar en este nuevo viaje y regresen mejor preparados para afrontar el próximo ciclo bajista que inevitablemente algún día llegará.

En Un náufrago en la Bolsa (Ediciones Urano, 2005), un joven llamado Caos que acababa de volver de una estancia de 16 años en una isla desierta, entró en la Bolsa de Barcelona movido por la curiosidad. Ahí conoció a un experimentado inversor, Baltasar Cano, que le introdujo en el arriesgado arte de navegar por los tumultuosos mares del mercado de valores.

Baltasar le enseñó que la bolsa avisa del inicio de un cambio de tendencia y que los ciclos bajistas suelen seguir unas pautas determinadas que nos permiten vender sin prisas, así como esperar pacientemente el momento propicio para volver a comprar.

En Caos en la Bolsa, ambos personajes asisten entre 2007 y 2009 al pavoroso derrumbe en cadena de buena parte de los bancos más poderosos del mundo y sienten bajo sus pies cómo tiemblan los cimientos de las economías occidentales.

El tsunami bursátil que se desata como consecuencia del terremoto financiero deja en un juego de niños el ciclón bajista al que se enfrentó Caos en su primera expedición por los mercados. ¿Serán útiles en este contexto tan extraordinario los principios de inversión que el náufrago aprendió de Baltasar Cano?

Caos en la Bolsa puede descargarse de Kindle Amazon. No es necesario disponer de un dispositivo Kindle para leer libros bajados de esta plataforma. Desde este enlace se puede obtener una aplicación gratuita de Amazon para leer los libros en una tableta, teléfono móvil  u ordenador. Hay que acceder al enlace con el dispositivo desde el cual leeremos el libro.

Índice de contenido

Un nuevo desafío

Introducción – Sobrevivir en un mundo cíclico

Pánicos y desplomes

La bolsa avisa con tiempo

Los ciclos bajistas

Las etapas de un ciclo bajista

Etapa 1: el aviso

Etapa 2: calma chicha

Etapa 3: la tormenta

El período de gestación

La tentación

El canto de las sirenas

Capítulo 1 – Desplome a la vista

Un primer aviso

Un modelo económico paradójico

Burbuja terapéutica

Recuperación económica con temporizador de autodestrucción

Ilícito, pero práctico

Cómo aprendí a crear un activo financiero a partir de una vaca

Tres médicos para la economía

¿Ingeniería o milagro?

El gran invento

¿Otro aviso?

Reinicio el contador de avisos de desplome

Segundo aviso

Bomba de insolvencia programada

Tercer aviso

Una oferta irresistible

Reajuste de expectativas

La cartera perfecta

Perspectivas favorables

¿Desplome o cuarto aviso?

Desacoplamiento

Capítulo 2 – Viaje al Sur

Primer aviso de ciclo bajista

Viajo en buena compañía

Cotiza lo positivo

Primera oportunidad para abandonar el barco

Víctima propiciatoria

Cuando los acreedores deben más dinero que los deudores

Confianza a la baja

Sospechas

Lluvia de dólares

Predicción cumplida

Necesito más pruebas

Capítulo 3 – Calma chicha

Segunda oportunidad

Las drogas más caras del mercado

Mensajes creíbles

Ultimátum a la banca

Masa crítica de víctimas

Nueva dosis de mensajes creíbles

El Banco de Inglaterra se la juega

Tercera oportunidad

Un banco central en apuros

Negativismo

Segundo aviso de ciclo bajista

¿En crisis? ¿Quién está en crisis?

Los gigantes se tambalean

Se vende caja con problemas

Vuelvo a naufragar

Cuarta oportunidad

Socorristas rescatadas

Cien días después

Capítulo 4 – Tormenta

Ritual

Pérdida garantizada

Seguras de sus seguros

El senior que copia en los exámenes

Bajo mínimos

Plan de rescate global

¿Dinero a cambio de basura?

Por qué no dejar quebrar a los bancos

Confianza contagiosa

Capitán Buffett

Rechazo al plan de rescate

29 de septiembre

La solución irlandesa

Sin rumbo

Sin esperanza

¿Una broma?

La mayor alza de los últimos 75 años

El fantasma que transmite seguridad

Llamadas del banco

Señales de esperanza

¿Juega con fuego el Banco Central Europeo?

Otro golpe

Ídolo caído

La increíble alza de Volkswagen

En el barco de Botín

Octubre honra su fama

Capítulo 5 – A la deriva

Después de la tormenta

Bandazos

Se malvende banco

American Express en descubierto

Los que anticiparon la crisis predicen el desastre

Globalización de las excusas

El Santander, por los suelos

Terrible dilema

General Shock

El gobierno y los bancos juegan al tenis

Pregunta incómoda

Capítulo 6 – Los restos del naufragio

La apuesta del Banco de Inglaterra

La apuesta irlandesa

La cartera perfecta

¿La última oportunidad?

Nueva tormenta

Celebración

No eran churros, sino comida rápida

Retrospectiva

Capítulo 7 – Carta de navegación

Ruta a seguir

Peligros de los mares del sur

La bruma de las expectativas

Las cambiantes sirenas de la lógica

Los vientos contrarios de las opiniones ajenas

El faro cegador de la confianza

Anexo – Los avisos en la fase bajista de 2007-2009

 

Prólogo de Caos en la Bolsa