Un nuevo desafío: el prólogo de «Caos en la Bolsa»

PORTADA Edición 2015-1Un nuevo desafío

En Un náufrago en la bolsa relaté que un día de junio de 1998, cuando aún era posible a los profanos curiosear en los templos del dinero, se me ocurrió entrar en la Bolsa de Barcelona. Ahí cacé al vuelo las palabras de alguien que se refería a un barco que estaba a punto de hundirse. Dado que mi vida se torció cuando una tormenta hizo tablones el velero en el que pretendía dar la vuelta al mundo, me dirigí hacia quien había mencionado el único tema sobre el cual me hallaba en condiciones de conversar. Baltasar Cano —así se llamaba el hombre que hablaba mi idioma y cuyo color de pelo hacía redundante su apellido— me explicó que la bolsa, ese mercado donde se compran y venden derechos a participar en los beneficios de las empresas, avisa antes de que el valor de esos derechos se desplome.

Aunque no podía hacerme la más remota idea de cómo se podía recomendar a los compradores de un mercado abandonar el lugar por su propia seguridad y a pesar de que mis primeras impresiones en la bolsa me dieron a entender que ese mundo era demasiado extraño para mí, el punto de vista de Baltasar me resultó cercano. Durante mi confinamiento en una isla perdida del Pacífico Sur vi claro que la verdadera causa de mi naufragio no había sido una de las muchas tormentas a las que cualquier navegante debe estar acostumbrado, sino el hecho de no haber prestado atención al mar cuando este avisa de sus cambios de humor. Y no fue hasta que aprendí a escuchar a la naturaleza cuando pude al fin abandonar mi isla a bordo de una rudimentaria balsa.

Baltasar me transmitió los principios de inversión que había aplicado a lo largo de tres décadas para orientarse en el océano bursátil. Durante el aprendizaje me enteré de que el período de mi vida en el que permanecí completamente aislado del mundo coincidió casi exactamente con el gran ciclo alcista que experimentaron las bolsas occidentales entre octubre de 1982 y julio de 1998. Si el destino es un cúmulo de casualidades, el mío me había privado de hacer fortuna en el mercado de valores.

A finales de 1999, Baltasar me envió una carta para comunicarme que iba a emprender un largo viaje y que me confiaba la gestión de su patrimonio. No acerté a comprender por qué un náufrago que no había logrado aún familiarizarse con el mundo civilizado, y menos aún con los mercados financieros, merecía la confianza ciega de un inversor experto. Pero no tuve opción de negarme a su inesperada demanda, pues perdí todo contacto con él y me sentí en el deber de aceptar el reto que me asignaba.

Poco después de recibir el insólito encargo, la situación en las bolsas empeoró de forma súbita. Confié en que Baltasar, alarmado por el curso de los acontecimientos y sobre todo por la insensata misión que me había encomendado, se arrepentiría de su decisión o al menos me enviaría algunas instrucciones.

Como suele ocurrir, ocurrió lo más improbable. Baltasar persistió en su silencio a pesar de que a lo largo de los siguientes tres años me tocó vivir la peor etapa de las bolsas internacionales en más de treinta años. Sin embargo, logré mantenerme a flote y salvar el patrimonio de mi mentor.

Baltasar reapareció a principios de 2003, poco después de que el ciclo bajista llegara a su fin. Cuando le pregunté por qué había corrido el innecesario riesgo de confiar su capital a un inexperto, me contestó que había anticipado tiempos convulsos y creyó que su patrimonio estaría a buen recaudo en manos de quien había sobrevivido en un peligroso viaje gracias a su capacidad para percibir las señales de cambio.

Por primera vez, tuve la sensación de no haber malogrado mi vida. Si antes había atribuido al colmo de la mala suerte o a un desgraciado destino el haber estado apartado del mundo y de la época más próspera de la bolsa, ahora me veía en posesión de una habilidad que un veterano inversor consideraba más valiosa que su dilatada experiencia.

Tuve la oportunidad de gestionar mi propia cartera de valores desde el inicio de un ciclo alcista que me dio muchas alegrías. Baltasar decía que la bolsa acostumbraba a tener siete años buenos y tres malos, así que me las prometía felices hasta finales de 2009…

Esta edición contiene un anexo, que no estaba en la primera, con los principales avisos del ciclo bursátil 2007-2009. Los lectores de la primera edición pueden solicitar dicho anexo enviando un correo desde la página de Contacto. Caos en la Bolsa está disponible en formato ebook en Kindle Amazon y en versión impresa a través de Create Space.

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